Capitalismo

1: El capitalismo hunde sus raíces en la disolución de la comunidad primitiva, en la aparición de la mercancía (y más concretamente del valor) como resultado de la consolidación del intercambio de ciertos productos y por tanto la creciente producción para las necesidades, no humanas, sino del intercambio. Este acontecimiento se va desarrollando, subsumiendo cada vez más aspectos y elementos, conduciendo a las comunidades primitivas a su ocaso abriendo paso a una época oscura marcada por el desarrollo del valor con la consecuente aparición de las clases y el Estado.

2: El capitalismo es el corolario de todo el desarrollo histórico de la mercancía, la fijación del mercado mundial, del sometimiento de todo lo que hay sobre el planeta a la lógica de la dictadura del valor, de la tiranía de la economía. Un corolario al que se llega con sangre y fuego, tras siglos de luchas y resistencias en las diversas sociedades de clases (esclavitud, feudalismo…). Su resultado a nivel global es la separación brutal del ser humano de todos sus medios de vida, de la privación de la Tierra y de todos los elementos que en ella existen que son acumulados como capital en manos de la burguesía. Sigue leyendo

Se vende militancia

 

indiuUno de los mayores problemas que nos plantea el capitalismo es su capacidad para «infectar» todos y cada uno de los parámetros de nuestro pensamiento. A través de la lógica del valor, el capitalismo ha implantado en la sociedad la idea «indiscutible» de que todo debe ser mercantilizable (desde los bienes de consumo hasta la fuerza de trabajo). Con estas premisas básicas nos surge la pregunta: ¿puede la anticapitalista considerarse a salvo de esta «infección»?

Cualquiera que esté o haya estado en algún tipo de círculo militante ha podido sentir en sus propias carnes la frustración que supone el que es, sin duda, uno de los grandes obstáculos para llevar la teoría a la práctica: el informalismo, la incapacidad de gran parte del proletariado para el compromiso real. Muy a menudo el fracaso del movimiento puede deberse al quemazo que supone que una minoría se enfrasque en la dura tarea de poner en marcha una acción, para que otros, a menudo la mayoría, se sumen a la misma de manera numeraria, sin involucrarse en la elaboración ni en la evolución de la misma. Esa misma mayoría que es propensa a abandonar en cuanto no surjan resultados concretos inmediatos. El activismo degenera así en un producto de consumo, una mercancía mas de la cultura del ocio capitalista, totalmente separado e independiente de la propia vida. En este escenario la concretos inmediatos. El activismo degenera así en un producto de consumo, una mercancía mas de la cultura del ocio capitalista, totalmente separado e independiente de la propia vida. En este escenario la capacidad de compromiso se muestra como algo ilusorio, ante la imposibilidad de sentir la lucha contra la explotación como algo intrínseco de la naturaleza humana. La revolución se interioriza como una inocua postura estética, mero espectáculo, simple representación. Sigue leyendo